Ni Juan Bolívar Díaz ni Huchi Lora jamás han emitido juicios que perjudiquen la Independencia Nacional a lo largo de más de 40 años que los he visto ejercer el periodismo profesional.
Los he visto, eso sí, siendo defensores a rajatablas de los derechos humanos durante los doce años del gobierno represivo el doctor Joaquín Balaguer, incluso a riesgo de su propia seguridad.
Aquí la gente olvida pronto, pero debe recordar que a Juan Bolívar el terrorismo balaguerista le voló su vehículo, sin que aparecieran nunca los culpables y a Huchi Lora el exilio cubano del señor Orlando Bosch estuvo a punto de matarlo, acusado de comunista.
Nadie tuvo, ni lo tiene legítimamente ahora, razón alguna para endilgarle a Huchi o a Juan Bolívar el mote odioso de traidores de la patria.
Usted tendría que ser un energúmeno ignorante como para inventar una acusación de esa naturaleza contra dos periodistas ilustres a través de los años en el país. Han sido siempre dos figuras que han ganado prestigio y admiración por haberse comprometido en la defensa de las buenas causas que atesora la sociedad dominicana.
Un alegado “traidor a la patria” usted se lo podría atribuir a alguien que aliente cualquier tipo de argumento que lesione el escudo y la bandera de la República Dominicana.
Traidor a la patria es un concepto que se le puede endilgar a aquel que promueve causas que lesionen la soberanía del suelo nacional. Ni siquiera en los aciagos momentos de la intervención de Toussaint Louverture, en el 1801 a nadie se le ocurrió argumentar en ese sentido porque en aquel momento no existía la República Dominicana.
Sólo éramos la parte Este de la isla que le fue traspasada a Francia por España.
La incursión de Jean Jacques Dessalines en el 1805 fue abortada porque el general haitiano temió que buques franceses navegaran a reconquistar Haití. Luego, en el 1822 sí se produjo la ocupación de Jean-Pierre Boyer que duró 22 años, hasta el 27 de Febrero de 1844.
Tras el grito de la puerta de El Conde vinieron las batallas del 19 de marzo en Azua y del 30 de marzo en Santiago en donde las armas dominicanas superaron ampliamente al ejército intruso.
La última batalla en el 1856 provocó el desmoronamiento del imperio de Faustino 1ro. Tras el ascenso al poder del siguiente gobierno del general Guillaume Nicholas Fabre Geffrard, jamás hubo agresión militar alguna de Haití a nuestro país, más bien debe anotarse que la guerra de la Restauración no habría sido posible sin la ayuda de los haitianos.
Los haitianos no le ofrecieron apoyo a los dominicanos de la Restauración por su linda cara, sino porque estaban conscientes del peligro que significaba para su propia seguridad la presencia en este país del ejército español para su propio futuro político.
Ni siquiera en la Era de Trujillo que ejercía una política fundamentalista con respecto a Haití se acusó a nadie de antipatriota. O agentes haitianos o de potencias que buscarían integrar a los dos pueblos de la isla.
Nadie ha podido presentar un documento oficial u oficioso en el sentido antes expuesto, lo que ha ocurrido es una agitación, muy rapaz endilgándoles esas intenciones a organizaciones de la llamada Sociedad Civil.
Es ahora que el médico cirujano de Moca Luis Díaz Estrella, produce una declaración personal acusando de antipatriotas merecedores de la muerte a Huchi Lora y a Juan Bolívar. Esa es una acusación mayor, de extrema gravedad, sobre todo porque no puede justificar su grave exhortación ante ningún tribunal.
El doctor Luis Díaz Estrella, un hombre graduado de una Universidad de médico y especialista cirujano, sabe que debe probar su acusación y debe entender que cualquiera que se deje influir por su soflama podría atentar contra la vida de Juan Bolívar, Huchi Lora, Cavada y Amelia Deschamps y entonces ahí si la situación se pondría grave.
Mi sincera exhortación al doctor Díaz Estrella es que se arrepienta y le exprese una excusa a los cuatro periodistas citados por él, y arrepentirse de una acusación tan soez… Quizás así se le perdone.
Drogas, militares y la PN
Cada día la opinión pública del país se alarma como resultado de la cantidad de miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional que son implicados en tráfico de drogas y actos propios del sicariato.
Es una situación especialmente repugnante porque no se asume que nuestros hombres de uniforme se involucren en acciones tan claramente reñidas con la Ley.
Todos los uniformados tienen una misión muy sublime, en la seguridad de la sociedad dominicana. Cuando violan esos principios por dinero fácil, resultan manchados sus uniformes y degradada la institución ante la opinión pública.
Es tiempo ya de que los directivos de esas instituciones tomen él “toro por los cuernos” para doblegar esa tendencia que se observa en la frontera, en el tráfico de drogas y en otros actos definidos como sicariato.
Sin Fuerzas Armadas sólidas no hay país, y sin una Policía organizada y vigilante del orden público la seguridad de la ciudadanía entrará en una crisis aún más profunda. El jefe de la Policía alega que la delincuencia se ha reducido aquí con respecto a otros países del área, pero las sensación de la opinión pública es muy contraria a esa creencia.
El empeño de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional debe producir una sensación de seguridad en el país que obviamente no existe ahora. Hoy por hoy ese sosiego no existe en la República Dominicana. Y es obvio que el país lo necesita con urgencia.
Silvio Herasme Peña
Listín Diario
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