Son muchos los personajes que han saltado a las páginas de los medios de comunicación por culpa de haber fantaseado, inventado o falseado algunos aspectos de su vida. Sin ir más lejos, en los últimos días, LOC ha publicado la historia de la actriz Anna Allen, que parece haber falseado buena parte de su historial profesional. Sin embargo, los expertos piden prudencia a la hora de de opinar y juzgar este tipo de comportamientos, en este y en otros casos.
Aseguran que es un verdadero error definir o catalogar a la ligera estas conductas, sin tener elementos de valor suficientes para hacerlo, pues las consecuencias para la persona podrían ser devastadoras. "No podemos hacer ningún tipo de diagnóstico gratuito sin conocer a la persona y las motivaciones que le han llevado a hacer esto", afirma a EL MUNDO José Félix Rodríguez, psicólogo especialista en Psicoterapia.
Pero el mentir, el inventar o transformar de algún modo la realidad forma parte de nuestro entorno. La mentira es incluso un elemento de nuestra conducta que nos puede resultar llamativo, atractivo, curioso y hasta excitante. Las mentiras son algo muy común en nuestra vida, quien más y quien menos ha mentido alguna vez. Pero, ¿qué supone realmente mentir? ¿Por qué lo hacemos?
"Cuando mentimos lo hacemos porque obtenemos alguna ventaja de ello, es decir, mentimos para lograr algún objetivo que no alcanzaríamos de otro modo o nos resultaría más trabajoso", explica Rubén González, psicólogo y autor del trabajo El engaño y la mentira en los trastornos psicológicos y sus tratamientos.
La mentira es muchas veces un atajo, asegura este especialista, una especie de estrategia creativa para enfrentar un desafío de forma no convencional. Por lo que mentir supone, en general, "asumir un riesgo a ser pillado, pero el riesgo hay que ponerlo en relación con las expectativas que tendríamos de lograr lo mismo a través de la honestidad". Por ejemplo, es muy común adornar nuestro curriculum vitae con detalles que no son del todo ciertos. Sin embargo, "las posibilidades de lograr el puesto de trabajo, incluso que nos llamen, pueden parecernos muy pequeñas, tal vez pensemos que mejor pillado que fuera de juego", aclara.
A lo largo de las décadas diferentes investigaciones se han preocupado por explicar todos los entresijos de esta conducta. Como ejemplo está un estudio, realizado por investigadores de la Universidad Americana de Notre Dame en el año 2013, que asoció decir la verdad con una mejor salud -en términos de sentimientos de tensión y melancolía, molestias en la garganta y cefaleas- que las personas que decían más mentiras. Otro estudio realizado por la Universidad Autónoma de Madrid señalaba que el 40% de las personas (que participaron en el estudio) fueron sinceras porque lo habían interiorizado. Mentir les suponía emociones negativas como culpa o vergüenza.
No obstante, en opinión de Rodríguez, decir siempre la verdad, no es nada positivo: "Sólo en un mundo perfecto y armónico podríamos ser fundamentalistas de la sinceridad sin ser a la vez unos cínicos. Mentir en ocasiones se puede considerar prudente y necesario".
La autoestima, un factor clave
Sin embargo, en ocasiones el mentir se vuelve patológico. Pero ¿cuál es la línea que separa la normalidad de la patología? Fundamentalmente, cuando la conducta de mentir se escapa de las manos. Es decir, "cuando se ha perdido el control y la libertad de mentir, y no podemos controlar las consecuencias que esa conducta provoca", explica Encarna Llanos, psiquiatra de Sanitas.
Cuando hablamos de mitomanía advierten los expertos, hay que aclarar algunos conceptos. La mitomanía consiste en una conducta, en un comportamiento que generalmente, suele estar detrás de ciertos trastornos de personalidad. Especialmente detrás de algunos, pero no todos, trastornos de la personalidad histriónica, en los que la conducta de mentir se intensifica o se hace más grave. La mentira compulsiva sería por tanto, especifica Llanos, un síntoma de una patología y no una enfermedad en sí. La mitomanía, añade Rodríguez, es un comportamiento, no un criterio diagnóstico.
Las personas con este tipo de conductas tienen verdadero terror a no ser amadas y aceptadas y la mentira es una de las armas que usan para defenderse. Les da pavor mostrarse tal cual son, indica Llanos, por eso mienten y en ocasiones pierden el control sobre sus actos, no miden las consecuencias de que en algún momento todo esto se puede volver contra ellas y desmoronar la coraza que se habían fabricado. La autoestima es por tanto, un aspecto muy importante a tener en cuenta, porque generalmente detrás de este tipo de mentiras hay una autoestima muy dañada o deteriorada.
Este tipo de conductas tiene mucho que ver con nuestro narcisismo. Es decir, tal como explica Rodríguez, todos necesitamos tener un narcisismo estable como piedra de toque para la autoestima, una autoestima sana y normal. Sin embargo, "dentro de los trastornos de la autoestima, podemos tener por un lado un narcisismo grandioso, o déficits de autoestima con una estructura distorsionada por sentimientos de grandiosidad patológicos.
De este modo, añade este experto, llevados por la necesidad de reconocimiento, podemos ignorar la realidad creando una imagen artificial de nosotros mismos, que esconda profundas carencias en nuestra biografía y que busque dar una imagen idealizada de nosotros mismos porque la real no nos sirve. Entonces, "una persona se refugia en la fantasía en aras de lograr aquellos ideales de belleza, poder y gloria que satisfagan sus necesidades de grandiosidad, que le hagan sentirse admirado, tal como Narciso, que contemplaba admirado su imagen reflejada en el agua", señala. Así, algunas personas pueden ignorar la realidad creándose un mundo de ensoñación y fantasía donde construir su propio personaje idealizado.
Para frenar esta clase de conductas patológicas existen diferentes tipos de tratamientos de psicoterapias. Son tratamientos muy largos, concluye la doctora Llanos, porque estas conductas son muy difíciles de modificar, pero no es imposible: "Para cambiarlas, tiene que haber mucho y mucho trabajo".
Beatriz G. Portalatín
El Mundo
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