Yeni Berenice Reynoso.
En cuanto a la decisión de la fiscal Yeri Berenice Reynoso, no hay que cargar demasiado los cañones sobre ella. En definitiva hay un viejo dicho que afirma que no se matan moscas a cañonazos.
Ha hecho lo que se esperaba de ella en este tiempo, en ese lugar que está, y en el país en que se encuentra. La fiscal no fue nombrada en ese puesto para impartir justicia a los poderosos sino para perseguir a los indefensos, a los criminales de poca o media monta, y para aplicar estrictamente la Ley a los que son o enemigos del Poder o indiferentes al mismo.
En ese “campo” si puede ejercer de fiscal y tratar de aplicar las leyes, pero fuera de ahí, no seamos ingenuos. ¿Alguien de verdad creyó que la fiscal tendría las agallas de hacer peligrar su futuro profesional, arriesgarse a ser puesta en las listas negras de la llamada por muchos la “Corporación político-empresarial” que nos gobierna, y verse así con un estigma público semejante a la estrella de David amarrilla que los nazis ponían sobre la vestimenta de los judíos?
La fiscal no es una heroína. Es una simple chica procedente, a lo más, de un estrato social de “clase media- media”, que ha tenido a través de sus estudios de Derecho y la escuela judicial, la posibilidad de acceder a un puesto más o menos codiciado, es decir, ha tenido una “brillante” y “fulgurante”, movilidad social ascendente.
En esta sociedad eso se valora mucho, y dado los valores vigentes y consagrados, lo importante ante todo es la búsqueda del interés personal por encima del interés público, por lo cual era a todas luces pedirle peras al olmo, que la fiscal investigara o imputara a Leonel Fernández.
No olvidemos nunca que para muchos burócratas, la magistratura incluida, el ex presidente es su marco de referencia, su modelo de ascenso social, de logro de poder, privilegios, prestigio y dinero, y sus valores no van más allá, que los este.
Esta es la triste realidad de un tiempo y de un país, este nuestro, gris a pesar del sol, triste, a pesar del jolgorio, y sumido en la podredumbre, a pesar del boato que se gastan en las cimas del poder establecido.
Carlos Báez Evertsz
Acento