Elogio a las nalgas
Si cuando Dios hizo a la gente, no le hubiera puesto nalgas, la humanidad se habría extinguido en sus ciernes, por simple aburrimiento. Incluso en muchas religiones, igual que en parte del comercio y la publicidad, en vez de que las nalgas sean una parte -maravillosa- de la gente; la gente es un anexo -que hasta estorba- de las nalgas, pero al margen de los problemas, prejuicios, mal entendidos y hasta odios que se entretejen a su alrededor, las nalgas son inocentes, divertidas, musicales, humorísticas, hospitalarias y hermosas, en su extraordinaria diversidad y mágica estructura.
Vivir sopesando las aventuras de las nalgas ajenas es una gran contribución a la gobernabilidad convencional y a la docilidad política, porque cuando se inspeccionan las alegrías privadas no queda tiempo, ni energía, para censurar las tristezas públicas. En cambio, la concentración y la profundidad filosófica que demanda la condición de ser el dueño de la nalga propia, suele abonar el pensamiento crítico.
Fue por suerte que se previó a tiempo el vacío irremediable que habría afectado a los humanos carentes de tan fundamental atributo para aliviarse y entretenerse, cuando no degustando los placeres, enmendando los disgustos u ocultando los enredos proporcionados por las propias; al menos vigilando las aventuras de las ajenas y envidiando sus acciones, que siempre parecen más animadas, escandalosas, seductoras - y reprensibles- cuando las protagonizan otros.
Nada como las nalgas para proporcionar dolores de cabeza y nada como una imaginativa cabeza para el disfrute de unas nalgas, que además es el lugar donde anida el espíritu, ya que este solo vive donde hay carne.
Las nalgas magníficas, redondas y voluminosas, que reproducen la cuasi esfera terráquea, describen con gráfica elocuencia la idea de lo perfecto y si se toma el “aterisco” -así lo llama El Incómico- por referencia, a los estudiantes se les puede explicar más fácil cómo se calcula el número Pi y en qué consiste la naturaleza de lo infinito.
Las nalgas grandes, rotundas, copiosas, desbordadas, son como los cuernos de la abundancia, un símbolo y una prueba de la esplendidez, el colorido, la riqueza y la frondosidad de la vida. Las medianas representan un tipo de frágil equilibrio que describe la sabiduría prudente de quien ha pasado por algunos extremos y ha optado no por renunciar a todo, sino por no prescindir de nada. Las nalgas pequeñas, duras y fibrosas prometen unas muy sentidas aventuras y las blandas y algodonosas recuerdan las íntimas y confortables receptividades de las almohadas.
Aunque en este mundo no se tenga la propiedad de más nada, es un derecho humano ser el dueño o la dueña de sus propias nalgas.
A solicitud del articulista Pablo Gómez Borbón, que me sugirió abordar el tema y aunque soy árida para los versos, he aquí un himno muy solemne que ellas me inspiraron:
Himno a las nalgas
Oh! Nalgas divinas y sagradas!
Con forma de peras o manzanas,
frutas, especias, mermelada,
duras como rocas,
como nubes blandas;
hablan en lenguas
sin ser carismáticas
y tocan sus músicas
sin orquestas contratadas.
Paradas como gallos de pelea,
o chatas, como remansos de agua.
Dulces, dóciles, apacibles,
puyosas, redondeadas,
gordas, flacas, medianas,
peludas o depiladas.
Placer y angustia
receptáculo y dádiva.
Cogidas y entregadas.
Ejes que mueven al mundo!
Refugio de las angustias del alma!
Nadie es dueño de su cerebro,
si no es dueño de sus nalgas!
Oh! Nalgas! Nalgas! Nalgas!
Divinas y sagradas!
Sara Pérez
DIARIO DE LA CIGUAPA
acento.com.do
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Imagen: Rainbows/ mitifake.com