Sería una lástima que el Ministerio de Relaciones Exteriores vuelva a convertirse en la piñata de un partido político, como era cuando se utilizó en el pasado para saciar la cuota de la boa a una facción del Partido Reformista Social Cristiano.
Teníamos una Cancillería poco eficaz, desenfocada, llena de personal administrativo innecesario y con un servicio exterior tan abultado que nos convertía en la burla del mundo diplomático.
Por un asunto coyuntural, y hasta sorpresivo, la Cancillería dominicana tomó un nuevo rumbo y empezó a forjar un perfil diferente.
Dio un giro positivo, hasta constituirse en un instrumento eficaz de implementación de una política exterior beneficiosa para el país. En ese ámbito, República Dominicana logró recuperar prestigio e incidencia a nivel regional.
Hoy la Cancillería es utilizada nueva vez por el Presidente de la República para corresponder a un apoyo político dado por un partido aliado, despertando así los fantasmas de los males recientes.
Le corresponde al Presidente de la República, en primer grado, y al nuevo Canciller, en segundo orden, garantizarle a la población que esos vicios que habían empezado a ser desterrados no volverán a entronizarse nunca más en esa dependencia. Les toca impedir que se vuelva a convertir en una piñata y en el hazmerreír de la diplomacia regional.
Hay razones fundamentadas para temer, pero esperamos que el nuevo Canciller quiera inscribir su nombre en la lista de los que contribuyen al mejoramiento del Estado y no en la de aquellos que lo debilitan.
Editorial El Día
El Día
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