Que lo sepan Danilo, Sigfrido, Amarante y don CONEP: ganas ni motivos no me faltan para tumbar al gobierno. Y cuando hablo de “ganas” no aludo al apetito voraz de los sentidos; hablo del ímpetu ciego e intuitivo del coraje. Es más, ese deseo ha echado hondas raíces de convicción, sobretodo cuando veo, escucho y sufro cada semana un escándalo impune. Les aseguro que a muchos dominicanos les provoca tal seducción, pero prefieren eructar un coñazo y tragar el encono, persuadidos de que no vale la pena derramar una gota de sangre por este sistema.
Si algo meritorio pudiera hacer en mi vida sería conspirar. Díganme: ¿cuál espectáculo pudiera compararse con el derrumbe de esa logia gobernante? ni la Toma de la Bastilla o los gritos de Waterloo arrancarían tanto delirio épico que ver colapsar a esa mafia sobre sus propias inmundicias y aspirar la polvareda que levanta su pesada caída. Pero sé que el cuadro de convulsión social que pudiese alentar esa epopeya sería humanamente costoso y solo beneficiaría a las elites de siempre, sobretodo a aquellas que se cobijan bajo la sombra del “hombre de los vientos”, ese que en el silencio guarda abiertas las heridas que Danilo Medina le infligió para despejar la reelección.
Si Amarante Baret quiere hallar intrigas sediciosas no debe ir lejos: le bastará buscarlas adentro, en su propio partido (que es Estado, gobierno, país, religión, cultura, negocio y empresa). Los conspiradores están a la distancia de un abrazo, en el susurro de un halago, a la mano de un “saludo, compañero”. Fuera de ese entorno, nadie está en eso. Este gobierno se caerá por sus propios tumbos enredado en sus traspiés. Sería antihistórico activar las fuerzas populares para aventuras suicidas en contra de un gobierno que languidece en el umbral de su agonía moral. Se caerá, sí, pero por su propio pecado.
Con toda justicia, el gobierno debiera laurear todos los días a la Marcha Verde, que pudiendo crear un ambiente levantisco, ha reclamado de forma ordenada y cívica lo que en otras latitudes se exige con asaltos, saqueos, paros y sediciones. Si eso es conspiración no me imagino lo que sería una revuelta en la mente febril de estos funcionarios. Lo que pasa es que el sistema político estuvo adaptado a una sociedad fóbica y ausente que se escondía de su propia cara, con miedo a sentir su miedo y a perder lo que nunca había logrado. Esa gente por fin despertó y se dio cuenta de que el suelo donde construía su futuro era un humedal movedizo corroído por la corrupción de políticos y empresarios, cuyas culpas y temores hoy les hacen ver fantasmas golpistas hasta en la descarga del inodoro.
El germen de la conspiración late y respira en el propio gobierno. Si Danilo Medina y el PLD manipulan, negocian, encubren, protegen, apañan y apadrinan en el caso Odebrecht, no podrán esperar flores ni poemas. En cambio, si garantizan un proceso sin contaminaciones ni cargas podrán terminar al menos su mandato. Las señales enviadas hasta el momento son dudosas y aún así el pueblo protesta pacíficamente. De manera que no busquen esas intenciones de este lado; al gobierno lo tumba la impunidad y en esa decisión manda el presidente.
Le aconsejo a Sigfrido Pared y Amarante Baret dejar de espiar pecados de gente inocua, a menos que el voyerismo sea para ellos una debilidad lúdica. Si es así, les recomiendo abrevar en la intimidad de sus compañeros de gobierno, esos que se ufanan de sus logros, posesiones y de sus proezas viriles incitadas por los mimos de caras amantes faranduleras y de silicona pagadas con fondos públicos; viejos putos recauchados con cirugías bariáticas, pastillas levantadoras, tratamientos faciales, tintes capilares, adicciones enólogas y ridículos esmeros de vida burguesa.
La pregunta obligada es a quiénes espiaban estos funcionarios cuando Odebrecht repartía como piñata sus sobornos; cuando Ángel Rondón andaba orondo con maletín en mano repleto de seducciones; cuando esos senadores “fashionistas” se reunían en secreto para concertar aprobaciones de microondas; cuando Joao Santana se comunicaba con sus socios en Brasil para confirmar las transferencias de los pagos de la campaña de Danilo. Hicieron tan bien su trabajo, que la Procuraduría dominicana no tiene en su mano ni un solo papelito, reporte ni informe de inteligencia para sustentar una investigación decente, más tratándose de operaciones ilícitas de personas e intereses extranjeros con el Estado dominicano. Si no hubiera sido por las autoridades de Brasil y Estados Unidos, Odebrecht estuviera hoy comprando voluntades como en cualquier mercadillo de fruslerías con la protección del DNI.
Y es que las agencias de inteligencia del gobierno, lejos de velar por la seguridad e integridad del Estado, son centros de comadreo para invadir intimidades, espiar opositores, mancillar reputaciones, propalar campañas sucias, traficar y extorsionar con informaciones y servir a intereses particulares y corporativos. Una herencia infame del trujillismo ilustrado.
Sigfrido y Amarante, me gustaría conspirar, pero me provocan motivos más excitantes, esos que ustedes “disfrutan” en los registros y grabaciones de mis ardientes y húmedas intimidades… ¿les gustan? (lol).
José Luis Taveras
Letras Libres
Acento
No hay comentarios:
Publicar un comentario