Duele saber que la figura histórica de Juan Pablo Duarte resulta extraña a la mayoría de las presentes generaciones que ignoran o son indiferentes a la trascendencia de su obra redentora, una desalentadora realidad a la que han contribuido políticos e historiadores que desdibujan el perfil de uno de los independentistas más visionarios y humanistas de América.
En vez de presentar al fundador de la República en el ocaso de su vida biológica, después de probar el acíbar de la traición, cronistas y trovadores deberían difundir la imagen de un patriota que a los 25 años forjó La Trinitaria, la más moderna y revolucionaria estructura política conocida hasta entonces.
Duarte fue un apóstol de la independencia al mismo nivel que José Martí, porque al igual que el prócer cubano, cultivó el saber sin desdeñar las armas, solo que el patricio dominicano cargó con el rango de general 61 años antes de que Martí cayera abatido en Dos Ríos.
Los jóvenes de hoy deberían abrevar de la inagotable fuente de honradez personal, desprendimiento, sacrificio y fervor libertario que representó la vida de Duarte, al punto que al retorno de una batalla en la región Sur, rindió cuenta a la Junta Gubernativa de hasta el último centavo que le fue entregado para financiar esa empresa militar.
No olvidéis que Duarte dispuso a favor de la causa separatista de todos los bienes materiales esenciales de su familia y que nunca reclamó nada a cambio una vez proclamada la Independencia con el trabucazo de Matías Ramón Mella en la Puerta de La Misericordia.
Al cumplirse hoy el 199 aniversario del nacimiento del padre de la nacionalidad, los buenos y verdaderos dominicanos están compelidos a trabajar sin descanso para rescatar su auténtica figura histórica y luchar aún más para que presentes y futuras generaciones valoren la trascendencia de su obra y asuman su ejemplo de hombre de bien v patriota ejemplar.
Que caiga la mayor penalidad moral sobre políticos y académicos que por provecho propio trastornan la verdad sobre la vida y obra de Duarte o que con su silencio contribuyen con propósitos malsanos de impedir que su referente sea asumido por la juventud de hoy con el mismo fervor que los trinitarios colocaron la cruz de la redención en el corazón de la bandera tricolor.
Aunque la imagen de un Duarte vigoroso no se exhibe hoy en la prensa escrita ni de él se habla con profusión en escuelas, universidades ni peñas, El Nacional cumple con su irrenunciable deber de proclamar hoy, día de su cumpleaños, que su obra política y redentora es imperecedera y que la República jamás será sierva. ¡Viva Juan Pablo Duarte!
Editorial El Nacional
Dibujo: Cristian Hernández
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