Pedro Martínez y Amara la Negra
¿Qué somos? ¿Pedro Martínez o Amara la Negra? El primero, habitante desde este martes del olímpico Salón de la Fama de Coopertorstown y, la segunda, protagonista de un “remix” de “Coco”, interpretada originalmente por el rapero O.T. Genasis, a la que Amara cambia la letra “ce”, tercera del alfabeto, por la letra “te”, vigesimoprimera de esas grafías que hacen inteligible el lenguaje, incluso el más vulgar.
Orgullo por Pedro Martínez, el pelotero que no solo ha sido insuperable en el terreno de juego, sino también en la vida personal. De discreción que una supondría aristocrática sino supiera que este dominicano inmenso no renuncia a ser quien siempre ha sido: un humilde muchacho nacido en el hoy Santo Domingo Oeste que llegó lejos porque nunca despegó sus pies de la tierra.
Pero entrar al Salón de la Fama no será nunca jamás igual, ni remotamente parecido, a grabar junto a El Chevo la ¿canción? que ahora recorre las redes sociales.
Lástima, en contraposición de sentimientos, por la cantante urbana Amara la Negra, bella entre las bellas, con su afro y cuerpo desafiantes de todos los modelos impuestos por la cultura occidental. Contorsión pélvica que ha dejado sin aliento a más de uno. Chapó. Epítome de la sensualidad afrodescendiente. Reivindicación sin apelaciones posibles de ese “negro detrás de la oreja” que solo la alienación neonacionalista es capaz de abominar.
Pero entrar al Salón de la Fama no será nunca jamás igual, ni remotamente parecido, a grabar junto a El Chevo la ¿canción? que ahora recorre las redes sociales, levantando críticas pero sobre todo aplausos. No es, juramos sobre la Biblia, un problema ético, sino estético. Con su banderita dominicana en la mano, Pedro Martínez nos parece glorioso. Es glorioso. Y a una le da ganas de llorar de tanto orgullo patrio presionando los lagrimales. Anunciando el premio de la loto que ha tocado al suertudo de la canción, Amara se ridiculiza a sí misma. Payasa de su propio drama, lo extiende a todas las mujeres. Patética, cree tener entre las piernas la lotería de cualquier hombre, tan patético como la mujer que “identifica” la canción. Uno enaltece, la otra, denigra.
Pedro Martínez nos hace creer que la gozosa dominicanidad es posible, nos llena de esperanza. Amara la Negra nos devuelve a la realidad. ¿Cuándo tendremos el valor cívico de decidir?
Margarita Cordero
LA OPINIÓN DE LA DIRECTORA
7 Días
Audio
ADVERTENCIA: El tema de Amara la Negra con El Chevo, presentado a continuación, es altamente vulgar. Si usted se ofende fácilmente le recomendamos no escucharlo.
¿Qué somos? ¿Pedro Martínez o Amara la Negra? El primero, habitante desde este martes del olímpico Salón de la Fama de Coopertorstown y, la segunda, protagonista de un “remix” de “Coco”, interpretada originalmente por el rapero O.T. Genasis, a la que Amara cambia la letra “ce”, tercera del alfabeto, por la letra “te”, vigesimoprimera de esas grafías que hacen inteligible el lenguaje, incluso el más vulgar.
Orgullo por Pedro Martínez, el pelotero que no solo ha sido insuperable en el terreno de juego, sino también en la vida personal. De discreción que una supondría aristocrática sino supiera que este dominicano inmenso no renuncia a ser quien siempre ha sido: un humilde muchacho nacido en el hoy Santo Domingo Oeste que llegó lejos porque nunca despegó sus pies de la tierra.
Pero entrar al Salón de la Fama no será nunca jamás igual, ni remotamente parecido, a grabar junto a El Chevo la ¿canción? que ahora recorre las redes sociales.
Lástima, en contraposición de sentimientos, por la cantante urbana Amara la Negra, bella entre las bellas, con su afro y cuerpo desafiantes de todos los modelos impuestos por la cultura occidental. Contorsión pélvica que ha dejado sin aliento a más de uno. Chapó. Epítome de la sensualidad afrodescendiente. Reivindicación sin apelaciones posibles de ese “negro detrás de la oreja” que solo la alienación neonacionalista es capaz de abominar.
Pero entrar al Salón de la Fama no será nunca jamás igual, ni remotamente parecido, a grabar junto a El Chevo la ¿canción? que ahora recorre las redes sociales, levantando críticas pero sobre todo aplausos. No es, juramos sobre la Biblia, un problema ético, sino estético. Con su banderita dominicana en la mano, Pedro Martínez nos parece glorioso. Es glorioso. Y a una le da ganas de llorar de tanto orgullo patrio presionando los lagrimales. Anunciando el premio de la loto que ha tocado al suertudo de la canción, Amara se ridiculiza a sí misma. Payasa de su propio drama, lo extiende a todas las mujeres. Patética, cree tener entre las piernas la lotería de cualquier hombre, tan patético como la mujer que “identifica” la canción. Uno enaltece, la otra, denigra.
Pedro Martínez nos hace creer que la gozosa dominicanidad es posible, nos llena de esperanza. Amara la Negra nos devuelve a la realidad. ¿Cuándo tendremos el valor cívico de decidir?
Margarita Cordero
LA OPINIÓN DE LA DIRECTORA
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ADVERTENCIA: El tema de Amara la Negra con El Chevo, presentado a continuación, es altamente vulgar. Si usted se ofende fácilmente le recomendamos no escucharlo.
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