El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) no quiere ley de partidos y agrupaciones políticas. Eso es definitivo. Como tampoco quiere una ley de garantías electorales, ni nada que se parezca. El PLD no quiere controles ni supervisión de nadie.
El PLD quiere mantenerse en el poder de cualquier forma y manera. Por las buenas o por las malas, legal o ilegalmente. Legítima o ilegítimamente. Si la ética y la moral les son favorables, bien, si no, que se vayan para el carajo esos valores, porque dicen sus dirigentes, en política lo importante son los resultados.
Y para intentar perpetuarse en el poder, el PLD cuenta, no solo con el control absoluto del Congreso, la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral, sistema de justicia con los jueces y los fiscales incluidos; buena parte de los medios de comunicación con los principales comunicadores convertidos en bocinas, cornetas y belloneras.
Como si no bastara, el PLD ha comprado una gran cantidad de partidos, como el Revolucionario Dominicano (PRD), que ahora es una entelequia cómplice de todo lo arbitrario y brutal que comete el Gobierno morado todos los días.
A todo ese poder político, al PLD hay que sumarle el poder económico que ha acumulado en los años que lleva administrando el Estado, pronto serán 16, como si le perteneciera. La corrupción ha sido el método de la acumulación de riqueza de sus principales dirigentes, que pasaron, de pobres diablos, a dioses súper poderosos e intocables porque están protegidos por el borrón y cuenta nueva de la tolerancia y la impunidad.
Con todos esos poderes y esos recursos, ¿por qué aprobar una ley que busca rescatar el sistema de partidos, democratizar y transparentar las actividades políticas, equidad en el uso de los recursos y de los medios de comunicación? ¿Para qué una ley que evite el transfuguismo, la compra de conciencia y de votos, si precisamente ahí está la fortaleza del PLD? ¿Qué gana el PLD con una ley que limita al presidente de la República en las campañas electorales, que no puede utilizar las “inauguraciones” de obras públicas en medio de un proceso electoral, ni hacerle “regalos” a la gente? El PLD no quiere ley de partidos porque entiende que no le conviene.
Una ley clara en lo relativo al financiamiento de los partidos y candidatos para evitar el dinero sucio y los aportes desmesurados y secretos de empresarios, comerciantes, narcotraficantes y asesinos. ¿Para qué quiere el PLD una legislación como esa?
Con una buena ley es imposible o difícil que un presidente, valiéndose de su condición, emita un decreto para sí mismo creando una fundación para salir luego con el sombrero a extorsionar contratistas y suplidores del Estado, empresarios y comerciantes y recaudar cientos de millones de pesos como hizo Leonel.
Con una buena Ley de Partidos que condene y castigue el uso del dinero del Estado y el dinero sucio, tal vez no tendríamos los escándalos propiciados por reconocidos narcotraficantes deportados hacia Estados Unidos como el señor Solano, a quién el Gobierno de Leonel le otorgó, según sentencia de la Suprema Corte de Justicia, cinco mil millones de dólares en obras.
Tampoco habría hecho de las suya Arturo del Tiempo Márquez, ni Toño Leña cobraría lo invertido en campaña construyendo puentes y carreteras. Quirino Ernesto Paulino Castillo no estaría paseándose por algunos medios de prensa reclamándole a Leonel 200 millones de pesos que supuestamente le adeuda.
Pero parece que el PLD quiere muchos Quirino, Toño Leña, Arturo del Tiempo, Figueroa Agosto, entre otros aun no descubiertos, para que sigan, en su mundo de sombras, financiando campañas electorales y sus candidatos para que el dinero, venga de donde venga, siga siendo un factor determinante.
Un partido con tanto poder y con tantos súper millonarios, no quiere, no precisa, no necesita, ninguna ley que lo amarre, que lo supervise, lo vigile o lo condene, aunque sea moralmente.
El país vive una dictadura de partido único, constitucionalizada, centralizada, corrupta y depravada. Para arrancarle cualquier reivindicación es necesaria la unidad y la confrontación en el terreno que determinen las circunstancias. La oposición, encabezada por el PRM, debe unirse con otras fuerzas políticas y sociales para crear la Convergencia por un mejor país. Sin esa unidad, sin la lucha popular, será imposible derrocar al poderoso Partido de la Liberación Dominicana.
PD: Hipólito Mejía y Luis Abinader no pueden colocar sus aspiraciones, por legítimas que sean, por encima del interés del pueblo, al igual que Guillermo Moreno, Fidel Santana, Eduardo Estrella y demás líderes de la oposición. ¡Derrotar al PLD y echarlo del poder es una labor patriótica!
Juan Taveras Hernández (Juan TH)
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