El peledeísta Abel Martínez Durán, presidente de la Cámara de Diputados.
Los 181 millones de pesos en bonos que distribuyó la Cámara de Diputados entre sus miembros con motivo de Navidad constituyen otra muestra de derroche de los recursos públicos. Los legisladores, que habían renunciado al infamante cofrecito, a través del cual recibían una asignación para supuestas “ayudas sociales”, se han desnudado con la gruesa suma destinada para “caridad”.
No hay forma de que senadores y diputados entiendan, pero tampoco que los hagan entender, que las supuestas obras de caridad, que en la práctica no son más que el pernicioso clientelismo político, no forman parte de su misión.
Pero si alguien entiende que sí, que debe ayudar a los necesitados, pues que lo haga con sus propios recursos. En un país que tiene que recurrir a un préstamo hasta para construir una letrina, el festín de los senadores y diputados con los recursos públicos constituye una afrenta. Por ese camino los países no se desarrollan. Fomentan el parasitismo social.
El Nacional
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