Una vez al año los bancos anuncian sus resultados. Sus cifras hablan de prosperidad, beneficios y crecimiento. El cliente respira satisfecho: su dinero está en buenas manos.
Hasta que le llegan los estados de cuenta y empieza a pensar que tanta bonanza se sostiene en un cobro de comisiones e intereses disparatado. ¿200 pesos de comisión por sacar dinero de la cuenta de ahorros? ¿Trescientos pesos de penalidad por ingresar en su cuenta un cheque sin fondos que alguien le colocó? Comisión por emitir un cheque, por no mover la cuenta, por moverla demasiado. 9,000 pesos de renovación de la tarjeta. Comisión mensual por mantenimiento de la tarjeta, de la cuenta. Por abrir, por cerrar. Comisión por utilizar la web para una transferencia. Por hacerlo por caja. Intereses mínimos y préstamos a tasas altísimas.
Su publicidad dejó de centrarse en números para “acompañarnos” cuando muere la abuelita o nace el primer nietecito. Para comprar una casa cuyo valor pagaremos ¡tres veces!
¿No sería más saludable tener bancos compitiendo por cuidar nuestros bolsillos y no nuestras emociones? ¿Peleándose por ofrecer mejores intereses y menos cargos que por ocupar un lugar en el corazón?
Volvamos a ser tratados como clientes que les permitimos utilizar nuestro dinero para ganar dinero. No son psicólogos, ni confesores, ni socios, ni amigos. No deben serlo. Son bancos. Que compitan por hacernos más solventes, no por ser más entrañables. Ese es otro negocio.
Inés Aizpún
IAizpun[@]diariolibre.com
AM
Diario Libre
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