Danilo, Drácula y los Chupacabras
Olaya Dotel escribió dos días atrás, un par de párrafos excepcionalmente inspirados, e inspiradores, en el periódico 7días.com. Se refería, la socióloga, a las declaraciones del Presidente Danilo Medina, de que "La gente quiere ver sangre", cuando fue abordado sobre el importante asunto del sub registro de bienes de Vincho Castillo, Director de Ética del gobierno, entre otros cargos abstractos, no todos oficiales, pero sí todos concretamente retribuidos.
Sería una situación en la que las evasiones de Vincho -y de los adeptos al gobierno- carecen de importancia, mientras el resto del país es exprimido por los impuestos para mantener a Vincho y a los adeptos al gobierno.
Decía Olaya que sí, que la gente quiere ver sangre, la propia, la que le debe ser devuelta, la que le han extraído las autoridades de gobiernos corruptos, amparados en la impunidad.
En ese sentido, la apreciación del Presidente, lejos de ser una confusión, o una injusticia o una complicidad malsana, de quien finge no identificar un primordial e institucional reclamo de justicia, se ciñe estrictamente a la verdad. La gente quiere ver sangre, pero hay por lo menos dos tipos de gente y dos tipos de relaciones con la sangre que se quiere ver.
Como bien indica Olaya Dotel, está la gente que quiere su sangre devuelta, que quiere los nutrientes, el oxigeno, la vida, la democracia y la participación política y social que con toda legitimidad le corresponde. También están los vampiros, los hombrelobos, los chupacabras, las medusas, las tenias, las chinchas, los piojos y las ladillas, que disponen para su consumo de la sangre de la población y del país. Está la gente indefensa, a la que se le extrae y se le derrama la sangre y está la gente que extrae y derrama la sangre de los demás.
Para identificar a los últimos, el Presidente Medina bien puede echar una ojeada a su entorno. Con el color, el olor y la viscosidad de la sangre, resulta un poco difícil ignorar a los que chapotean en ella.
Puede mirar a los potentados enriquecidos con los bienes públicos que dirigen su partido y abarcar a la "oposición", que ha participado, y participa, en el desmembramiento y succión del país y alcanzar a ver la cantidad de vampiros, hombrelobos y chupacabras, que hay entre ellos y preguntarse ¿Cuánta sangre, cuánta miseria, cuánta hambre, cuántas enfermedades previsibles, cuántas tragedias evitables, cuánta multiplicación de inseguridad y violencia, cuánto dolor, han costado los lujos y el ensalzamiento de todos estos miserables monstruos endiosados?
¿Se preguntará el perspicaz Presidente, cuánta sangre costarían las elecciones, si lo malversado en ellas, se midiera por calidad de vida restada y la miseria añadida a un pueblo? Las informaciones no son del todo inaccesibles.
Las noticias sobre las extracciones sanguíneas efectuadas por los Súcubos del Infierno, están a cargo de Leonel Fernández, que es el relacionador público del consorcio que ellos encabezan.
A Euclides Gutiérrez se le puede preguntar directamente sobre la cantidad de hombreslobos que lo acompañan y si todavía llevan con ellos las identificaciones del SIM.
A Félix Bautista se le puede interpelar sobre las historias de los piojos que se ponen del tamaño de una ballena azul. Doña Margarita puede dar una charla sobre cómo una tenia se vuelve una medusa.
Casos como los de Aristy Castro y Matos Berrido harían que Ovidio reescribiera su "Metamorfosis", para incluir en sus versos, la descripción de parásitos que no se metamorfosean en ninguna otra cosa, ni aunque ingieran una ración diaria de sangre, equivalente a las toneladas de arbustos que consume una manada de elefantes.
De los piojos y chinches que cunden en la administración pública y drenan la sangre del país, no se puede decir que sean invulnerables hasta al DDT, porque la verdad es que no han sido contrarrestados con nada, por nadie. El Presidente que habla de sangre, no repara en la que chupa cada botella que él tiene en nómina, ni es de los que confrontan a los que le proporcionaron las bombas de succiones industriales para drenar recursos naturales y contaminar el país.
También habría que evaluar cómo la cotidianidad de la violencia social, económica y política, se traduce en el derramamiento de sangre "privada". ¿Cuándo una población que se familiariza con las ejecuciones policíacas y el autoritarismo despótico ejercido desde el poder, comienza a utilizar la brutalidad, la sangre y la violencia como uno de sus recursos "normales" disponibles para dirimir las diferencias comunes?.
Si no quiere que -literalmente- lo salpiquen, que lo aneguen o inunden con sangre, el Presidente debe evitar hasta darle la mano a su asesor policíaco, Polanco Gómez y también debe precipitarse a cambiar de acera y doblar por la primera esquina que encuentre, cuando alcance a ver a Guzmán Fermín.
Sin embargo, por la función que desempeña, al Presidente no le basta mantenerse a prudente distancia de las "fuerzas del orden" que asesinan, de las que hicieron la masacre en Salcedo o del oficial policíaco -impune si no es que ascendido) que ejecutó a unos prófugos desalmados y acorralados en San Francisco de Macorís, y de los matarifes y sicarios del la Policía y las Fuerzas Armadas -incluyendo a La Soga- de los que ahora mismo, se supone que él es el Comandante en Jefe.
Ojalá que lo de "ver sangre", se puntualice para reconocer la pertinencia y los derechos de quienes aspiran a ver y controlar la propia y que se amplíe para repudiar a quienes consumen la sangre de todos y derraman impunemente la de muchos, dentro de políticas horripilantes de "limpiezas" sociales primitivas y macabras. O como parte de conspiraciones provenientes de gente borracha de impunidad y por el prolongado abuso de poder.
Si al Presidente le preocupan los que quieren ver sangre, que comience por vigilar a Vincho, que como vampiro, tiene más siglos que Drácula, adherido al cuello del país y como buen trujillista, seguro que sufre una terrible sed de sangre, cada vez que se encuentra con alguna sed de justicia.
Sara Pérez
DIARIO DE LA CIGUAPA
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