La reforma fiscal vendrá después de las elecciones. No hay candidato, por muy novato que sea, que se atreva a proponer tal cosa mientras pide el voto.
En el lenguaje de lo políticamente correcto no se puede decir “subida de impuestos”. Está descartado. Se habla de reforma, ajuste, reajuste, reorganización, adecuación de la escala, sincerización, redistribución... y un montón de términos que culminan en la fabulosa expresión “Pacto fiscal”
Con la palabra “pacto” el propósito reviste con aroma de consenso la medida más odiada y se inciensa con el sacrosanto perfume del acuerdo aceptado.
Nada más lejos de la realidad. La clase media no quiere que le suban los impuestos, ni con pacto ni sin él. Tiene que pagar todo dos veces: el agua, la luz, la educación, la sanidad. Una enfermedad la arruina y debe cubrir todo lo que necesitan sus mayores. Se endeuda por 35 años a unas tasas de usura por un apartamento y ya paga impuestos hasta por respirar.
El elegante “Pacto fiscal” no se diferenciará mucho de la vulgar “subida de impuestos” pero se hará sin garantizar una mejora de los servicios que deberíamos recibir por ellos. Y seguiremos sufriendo por el mal manejo que funcionarios incompetentes hasta lo patético hacen con esos impuestos. Y nos seguiremos endeudando para mantener un estado irreal de crecimiento sin redistribución.
No nos suban los impuestos. No sin antes combatir la corrupción y despedir a los funcionarios inadecuados. Déjennos trabajar, ahorrar, respirar. ¡Prosperar!
Inés Aizpún
IAizpun[@]diariolibre.com
AM
Diario Libre
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