Carmen Cataldi, sumiller* en República Dominicana.
Importaciones de vino por República Dominicana aumentaron unos siete millones de litros
Sentada en el restaurante, un local con cierto aire vintage al que ha acudido con su iPhone y su fino Mac -"a base de mamporrearlos estoy aprendiendo a usarlos"-, rememora sus inicios como docente de nutrición y dietética a finales de los setenta. Fuera del programa daba lecciones sobre su pasión: "Tuve que decirles a los alumnos hasta que al vino no se le echa hielo". En 2007 se inscribió en un programa para formar sumilleres, que trajo a profesores de Italia. "Fueron nueve meses intensos". En su tarjeta de presentación consta que está certificada por la Asociación Italiana.
El almuerzo arranca con queso crema con mermelada de tomate para untar en panecillos -"el pan es algo a lo que no me puedo resistir"-, cortesía de la casa. Para el plato fuerte, doña Carmen, como se le conoce, decide que el dorado pueda más que el bacalao. Y para beber, vino blanco.
De acuerdo con un estudio de junio de 2010, entre 2007 y 2010 las importaciones de vino por República Dominicana aumentaron unos siete millones de litros. De acuerdo al mismo informe, "República Dominicana representa un mercado con gran potencial y uno de los más grandes, y a la vez más joven, de toda Centroamérica y las Antillas". Lo que hace unos años se veía como un privilegio y una bebida clasista, reconoce Cataldi, se ha ido convirtiendo en un hábito: "El vino es un nutriente intelectual y sensorial. Con él se aprende geografía, bioquímica, meteorología...".
Asesora en la construcción y mantenimiento de bodegas, entre sus funciones está eliminar los vinos fallecidos. "Es un ente vivo al que también le llega la muerte". Cataldi ríe mientras recuerda cómo ha tenido que decir a algunos clientes que en la cava no pueden guardar cigarros, jamón o embutidos.
Con la segunda copa de vino, Cataldi cuestiona a quienes compran caldos solo por prestigio. "A veces ni les gustan". Recuerda que, un día, la dueña de una casa en la que preparaba una polenta le dio un vino valorado en 2.000 dólares para dar un toque de sabor a la mezcla. "Le dije que era muy caro, pero ella insistió. Cuando llegó su marido, tremendo grito". Y mayor disgusto.
Doña Carmen comenta que mientras haya salud mental hay que seguir estudiando. "De lo contrario, mejor retirarse". Cree que "vino sin alcohol no es vino" y evade decantarse por una denominación de origen. Al final, mientras saborea su mousse de chocolate, desvela un secreto: "A mí lo que me gusta es escribir, y si tuviera cuartos, me iría a un campo a hacerlo". Mientras, Mea Culpa, su revista especializada en vinos, apacigua su impulso literario.
Iván Campo
www.elpais.com
http://www.elpais.com/articulo/ultima/vino/ente/vivo/le/llega/muerte/elpepuult/20110216elpepiult_2/Tes
* El sumiller (del francés sommelier) es el experto en vinos que sugiere a la clientela de los grandes restaurantes el vino apropiado para la ocasión. Tradicionalmente en Europa un sumiller que ha sido certificado profesionalmente se identifica porque porta sobre su pecho una pequeña taza de plata colgada, el catavinos o tastevin. En Norteamérica, se le conoce como sommelier o wine steward y rara vez porta el catavinos. A diferencia de un enólogo, la función del sumiller es la de analizar los vinos desde la perspectiva del consumidor, de una manera objetiva, sin ninguna atadura al productor.
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