La reelección limpia a la oposición
El cambio de rumbo dado por Danilo Medina al pasar de ser un anti-reeleccionista por convicción –además de“vencido por el Estado”hace ocho años- para pasar a ser un patrocinador de la reelección desde el Estado, está creando nuevos factores que a mi juicio contribuirán a acelerar el ciclo de relevo de los partidos y los liderazgos políticos en República Dominicana.
Con su acción, similar en toda su extensión pero más costosa que la que patrocinó Hipólito Mejía en 2002, Medina está pintando un cuadro a futuro lleno de puntos extraviados, posibilidades de renovación y sobre todo, del entierro de los liderazgos surgidos con la desaparición de José Francisco Peña Gómez, Juan Bosch y Joaquín Balaguer.
Es incuestionable que Medina será el candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) para las elecciones de 2016, pero sería un grave error pensar que eso significa una victoria asegurada.
La política es dinámica y hoy los acontecimientos varían no en días, sino en horas. Su popularidad como hombre al que se le podía tomar la palabra, sencillo, nada ambicioso, tiene que batirse ahora frente a su nuevo rol del político que se desdijo a sí mismo en el tema de la reelección, que hace cambiar la Constitución para favorecerse a sí mismo y para ello busca el voto de senadores leonelistas que al final se “rajan”como semillas de caoba al sol.
Procurando “conquistar” a una treintena de diputados de la “oposición”, Medina logra la entrega total de los seguidores de Leonel Fernández, y en los casos del Partido Reformista (PRSC) y del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), además obtener el respaldo de sus legisladores para reformar la Constitución y facilitar la repostulación, sus dirigentes se entregaron ellos y sus partidos como una especie de “ñapa” por tan buen negocio.
¡Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo!
Yo que en dos ocasiones advertí a Luis Abinader de no aceptar volver a salir fotografiado con Miguel Vargas Maldonado y mucho menos que su fotografía (la de Abinader) apareciera en la boleta del PRD porque en vez de sumarle simpatía se las restaba, desperté con asombro cuando vi que el propio Medina se encargó de evitar que esto sucediera al llevarse para el bando de la reelección al “líder” perredeísta.
No estoy seguro –más bien desconfío- de que Medina y su proyecto reeleccionista tengan voluntad de dar cuotas de poder como las prometidas al bando de Leonel Fernández, al PRD y al PRSC. La nueva realidad que se puede imponer es que ante el desprestigio de sus figuras, el danilismo se vea en la “obligación” de poner sus candidatos ministros a competir con la oposición y contentar a los entregados con otros favoritismos en el Estado.
Ganar las elecciones no será un bocado fácil para Medina pese a que dispone de un aparato mediático que lo mete por ojo y nariz de todos los dominicanos las 24 horas del día.
Y no le será fácil ganar porque el propio Medina como capitán del barco reeleccionista está logrando lo que parecía casi un imposible: unificar a la oposición contra él sin contar –realmente- con toda la tropa del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) para su causa.
Con el pacto con la parte del PRSC que controla Federico Antún Batlle y con la minoría del PRD que en desbandada creciente sigue a Vargas Maldonado, lo que ha hecho Medina es formar un “compost” en torno al gobierno que huele a derrota: 12 años de PLD + un PRSC destruido y en el gobierno + PRD - Vargas Maldonado en el máximo desprestigio moral y en la peor bancarrota política de su historia. Visto hasta con pena, lo que ha hecho Medina es llevarse la escoria y limpiar el frente anti-reeleccionista.
Con la reelección estarán los que no han hecho nada contra la corrupción y la impunidad: PLD, PRSC y PRD. Por el contrario, una parte importante del pueblo (que fue capaz de votar masivamente hasta por Hipólito en 2012 pese a los exabruptos que cometió como gobernante y como candidato) reclama a gritos ajustar cuentas con los corruptos señalados por la Cámara de Cuentas, los medios de comunicación y los ciudadanos decentes.
Las condiciones están creadas para que un frente opositor presente cara a la reelección y hasta pueda derrotarla. Falta saber si eso será posible en un país donde faltan dirigentes preparados para la tarea de conducir aspiraciones populares y despertar el entusiasmo político de las grandes masas.
Con una oposición unida y movilizada junto a los grupos barriales, municipales y campesinos tras sus demandas inaplazables, el triunfo electoral depende de quien tenga más afinidad con la causa popular.
El prebendalismo, la promesa de continuar la impunidad de los corruptos y el asistencialismo para perpetuar la miseria de grandes masas a cambio de su voto, no son garantía de triunfo si la oposición se moviliza unida y levanta la bandera de forjar un nuevo gobierno integrado por personas incorruptibles, de vida transparente y dispuestos a forjar instituciones independientes y vigorosas para castigar a todos los corruptos y sus cómplices incluso en la misma justicia.
Si Medina gana las elecciones, el PLD sobrevive a su crisis sin mayores contratiempos, y el nuevo gobierno deberá administrar el Estado contando, por lo menos, con una oposición más contestataria y con compromisos sólidos con una parte importante de la población que queda fuera del gobierno.
En el caso del PRD y el PRSC como los conocemos ahora, creo firmemente que colapsarán cualquiera sea el resultado electoral. Su ciclo termina y no tiene dirigentes para hacer variar ese destino.
En el caso de que Medina pierda las elecciones, la crisis del PLD será grave y lo menos que se puede esperar es que se armará una confrontación parecida en el ámbito político a la noche de San Bartolomé en París en agosto de 1572.
El futuro promete ser interesante después de las elecciones del 15 de mayo de 2016.
Felipe Ciprián
Acento