El expresidente Leonel Fernández Reyna conceptualiza en el IV Foro de la Democracia, realizado en México. Foto: Agencias
Leonel se mofa de los pueblos de América
Leonel se mofa de los pueblos de América, los toma de pariguayos.
En mi pueblo natal donde a menudo percibí las calles llenas de muchachos que marchaban en turbas rumbo a la playa de Monte Río o dirigiéndose a marotear los mangos de Cuca, en la carretera que une a Azua con la comunidad de Peralta, el término “mofa” se usaba con frecuencia. Los que gozaban de libertad o podían violar con cierta impunidad la custodia de los padres se burlaban de los pariguayos que los veían pasar a tempranas horas de la mañana frente a las puertas de sus casas sin poder incorporarse a la trulla de adolecentes que durante las vacaciones de verano iban casi a diario a la playa.
De regreso al barrio, la muchachada, en ocasiones desnudos de la cintura para arriba, se detenían en las esquinas a exhibir como trofeos los logros de sus andanzas. Llegaban con frutas de la estación que cogían de las cercas que encontraban a su paso, uno que otro pajarito muerto y algunas iguanas que atrapaban con el propósito de venderlas a personas interesadas en preparar remedios para curar el asma de pecho.
Sus dotes de tigres los reafirmaban contando, delante de las muchachas y de los azorados pariguayos, impresionantes historias donde ellos eran los protagonistas principales retratándose como verdaderos tarzanes- de moda en los cines de la época- o como supermanes criollos.
Se creían seres poco más que infalibles, seguros de sí mismos, libres, talentosos en el allante, que de tanto contar las mismas historias y creérselas además, el verbo les llegaba con facilidad a la boca. Aventureros, siempre dispuestos a demostrar valentía para conquistar cualquier cosa, malévolos, de una psicología especial que los presentaba como personas ilustradas en asuntos desconocidos, de gran imaginación y con licencia para mentir que en algunos de los casos se volvieron patológicas.
El pariguayo en cambio, era otro tipo de persona, de comportamiento tranquilo, lento en la acción pero no tonto, admirador de la libertad, observador, respetuoso de los padres, amante de los libros, hogareño, de poco hablar y dado al estudio.
Recordé con nostalgia esa época de pariguayos y tígueres, cuando en los periódicos nacionales leí la intervención de Leonel Fernández en el IV Foro sobre la Democracia Latinoamericana, celebrado recientemente en México.
Imaginé al ex presidente en la esquina del seminario, dirigiéndose desde el pódium a la muchedumbre con verbo elocuente y suaves ademanes, todo un domador de serpientes. Conceptuoso al hablar, tratando de convencer a los oyentes para que impulsen un cambio de modelo en América Latina. Aprovechando la presencia de personas decentes para contar su propia historia, poniendo como ejemplo el crecimiento económico experimentado por la economía dominicana.
Exhibiendo con destrezas los conocimientos de una persona experimentada, que gobernó doce años, casi la mitad del tiempo que estuvo Trujillo en el poder, ofreciéndoles recetas para que formen instituciones públicas fuertes a prueba de corrupción y cero impunidad, que den ejemplos.
Lo figuré tratando de persuadirlos para que el nuevo modelo promovido por él, no importa que fuera copiado, genere riquezas sin aumentar de forma desorbitada la deuda externa, convenciéndolos para que no firmen contratos onerosos con empresas internacionales para la explotación del oro y los minerales. Para que no quiebren las empresas públicas y luego las vendan como vacas muertas a las transnacionales, como ocurrió durante su gobierno en la República Dominicana con los ingenios azucareros y la Corporación Dominicana de Electricidad.
Lo supuse negando el uso del clientelismo como herramienta útil para la conservación del poder político a costa de la pobreza del pueblo. Sugiriéndoles que gobiernen para todos y no para un pequeño grupo de personas que lo acaparan todo. Pidiéndoles que se olviden del personalismos y el principismo para impulsar una sociedad democrática y un verdadero Estado de derechos. Lo vi promoviendo una económica blindada contra el déficit fiscal para que no se repita lo sucedido en las elecciones del 2012, en la República Dominicana.
Lo percibí implorándoles evitar que al término de los gobiernos les pase igual que a él, que dejó un país con los mismos niveles de pobrezas que existían en el año 1992. Con los mismos apagones, sueldos de miseria para los trabajadores, el 40% de las casas sin agua potable, con un 10% de iletrados, escasa inversión en educación , un 16% de desempleo y 53% de la población viviendo de empleos informales y un déficit habitacional que ronda el millón de viviendas. Con la pesada carga de una deuda publica usada para financiar el crecimiento de la economía que sobrepasa los 30 mil millones de dólares.
Pero las cosas cambiaron, el Internet, las redes sociales y la tecnología han revolucionado los tiempos. Los tigres no la tienen fácil, el pariguayo ya no come cuentos.
Carlos Sánchez Solimán
apdsecretariageneral@gmail.com
El autor es médico
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